Un año sin TV - Parte 1: Enganchado

Durante la última década, si hay algo que me había evadido, era poner fin a mi hábito de ver tanta televisión.

Solía ver televisión durante horas cada día. Eso duró años. Y la vida era grandiosa, pero estaba consciente de que no era muy bueno para mí. Al día siguiente de esas interminables sesiones de televisión siempre me sentía mental y físicamente agotado, como si fuera un zombi. Y en general, lento y no de muy buen humor. A veces me pregunto cómo lograba hacer algo viviendo de esa manera.

Tampoco estaba durmiendo tan bien como hubiera podido. Es decir, si lograba dormir lo suficiente. Desviar mi mirada de la televisión para cerrar los ojos y dormir era difícil.

Sabía que tenía que ponerle fin a esto.

A lo largo de los años, intenté al menos dos veces dejar de ver televisión por completo. Ambas fracasaron miserablemente alrededor del tercer mes.

Los mecanismos que hacen que la televisión sea altamente adictiva están bien documentados. Es en realidad es una droga muy poderosa y furtiva.

Muchas cosas suceden al mismo tiempo cuando ves la televisión. Inmediatamente entras en una especie de trance placentero, en el que tu cerebro casi deja de hacer cualquier trabajo, y te vuelves muy susceptible a lo que estás viendo.

Mientras tanto, eres bombardeado con todo tipo de escenarios fantásticos, que tu mente, que en realidad no puede diferenciar completamente entre eso y la realidad, los experimenta como si estuvieras allí.

Agrega a este estado mental sensible los visuales estimulantes, la música emotiva y todo tipo de sonidos. Todo esto produce mucho enganche en el televidente, y con ello, grandes y anormales picos de dopamina. Se convierte en una experiencia de escapismo sin esfuerzo. Un refugio acogedor. Un amigo, incluso.

(Nota: la dopamina es el neurotransmisor en nuestro cerebro que gobierna el placer).

Por supuesto, todo este placer tiene un precio. Al final, estás agotado mentalmente por haber tenido que procesar rápidamente una cantidad inusualmente grande de imágenes rápidamente cambiantes; emocionalmente, ya que tuviste que participar en todo tipo de escenarios emotivos y dramáticos, que se hicieron más intensos gracias a esa maravillosa música que acompaña los visuales; y por supuesto, agotaste rápidamente tus reservas de dopamina, y ahora puede que te sientas deprimido.

Probablemente también te sientas cansado visualmente, ya que tuviste que mantener los ojos abiertos y enfocados durante mucho tiempo en esa hermosa imagen 4K proveniente de un dispositivo emisor de luz azul de alta intensidad, no muy amigable para los ojos.

Y lo peor de todo, después de tanto ver televisión, de repente te das cuenta de que han pasado muchas horas, como en un flash. Me gusta decir que la televisión es como una máquina del tiempo: la enciendes y viajas instantáneamente al futuro.

Oh, y una cosa más. En mi experiencia, no importa cuántas horas seguidas pasara viendo la televisión, no sentía que hubiera visto lo suficiente. Nunca estaba satisfecho, incluso aunque acabara de realizar un maratón de duración heroica pegado a la pantalla.

Pero bueno, no hay duda que la TV es altamente adictiva, y no es sorprendente que se considere normal pasar muchas horas al día viendo la televisión. Todos lo hacen. No pueden evitarlo. De hecho, cuando los televidentes habituales empiezan a dejar de cumplir con su cuota diaria de televisión, experimentan un dolor similar al que un adicto a las drogas experimenta cuando no obtiene su dosis.

No ver televisión es lo que se considera "anormal" en nuestra vida moderna. Eso es triste. Piensa en esto: todas esas personas que ves en la televisión y que crees que son geniales y tienen vidas increíbles, no pasan ellas su tiempo viendo la televisión. ¿Por qué tú sí habrías de hacerlo?

Al final, siempre supe que tenía que parar. Si no quería pasar el resto de mi vida pegado a la pantalla como un adicto, tenía que hacerlo.

La determinación para dejar de ver televisión de forma permanente llegó, irónicamente, mientras veía una película. Te invito a leer próximamente la épica conclusión de este ridículo viaje.

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