Jordan Rudess, principalmente conocido por ser el tecladista de la banda de metal progresivo Dream Theater, es indiscutiblemente uno de los mejores y más virtuosos tecladistas en todo el mundo. Acaba de lanzar su nuevo álbum como solista, titulado “Permission to Fly.”
El disco, una exploración de la mente musical de Jordan Rudess, tiene 2 aspectos que resaltan: por un lado, en esencia, lo que podríamos esperar de Rudess, desde hermosos fragmentos en piano hasta interminables partes instrumentales compuestas de solos de diversos sonidos de teclados, especialmente sintetizadores, que muchas veces parecen piruetas altamente técnicas ejecutadas a la velocidad de la luz. Todo esto sobre acompañamientos musicales en tiempos complejos y poco convencionales.
Pero hay otro aspecto importante. Las canciones contienen la voz de un cantante inglés, con el nombre de Joe Payne, quien suele aparecer súbitamente entre el resto de las partes instrumentales, haciendo temporalmente a un lado la magia técnica del tecladista.
Debo anticipar mi opinión sobre Payne: quizás su ejecución vocal pueda resultar del gusto de algunos, pero no es para mí. No es un mal cantante, pero a mi criterio suena un poco amateur. Quizás tampoco percibo que me agrade mucho personalmente. Creo que su presencia trae este disco abajo, y es la razón principal por la que me causó cierto tedio escuchar el álbum varias veces para poder realizar esta reseña. Sin Payne, o con alguien más, quizás “Permission to Fly,” podría realmente haber desplegado sus alas.
Agregando un poco más de contexto: tal como Rudess indicó en una entrevista, el disco fue realizado de una manera relativamente inusual, pero bastante moderna: básicamente Rudess compuso por su cuenta el total de la música de todos los instrumentos del disco, incluyendo las melodías vocales, y solicitó a algunos músicos de estudio ubicados en otros países, (incluyendo además de Payne, un baterista y un par de guitarristas,) que grabaran sus partes con sus propios instrumentos. Luego Rudess unió todas estas partes para darle la forma final al disco. Las letras fueron escritas por Ariana Rudess, hija del tecladista.
La batería y las guitarras quedaron bastante bien. Creo que solo el rol de Payne en la voz pudo haber estado mejor.
Este sistema de grabación pudo haber contribuido, en parte, a otro aspecto que me resulta notorio del disco: “Permission to Fly” me transmite una sensación de desconexión entre cada canción, e incluso entre cada parte de la misma pieza.
Esto se nota, primero que todo, en las prolongadas partes de teclados de Rudess, ya que las canciones son generalmente bastante largas, y Rudess agrega parte tras parte instrumental, como si fuera un flujo de consciencia de progresivos fragmentos musicales que se le fueron ocurriendo en tiempo real en la soledad de su estudio de grabación personal.
Si bien no resulta intuitivo su sentido de unidad, al escucharlas repetidas veces la complejidad de estas diversas partes se va comprendiendo mejor. No obstante, siempre me causan cierta desorientación. Sin sorpresa, estas partes instrumentales recuerdan el sonido típico de las contribuciones de Rudess en Dream Theater y Liquid Tension Experiment, y quien disfrute de esto va a encontrar aquí de sobra material de su agrado.
Pero, por otro lado, contribuye también con el sentido de desconexión general, el hecho de que las partes con las apariciones vocales usualmente parecieran surgir de la nada, cortando repentinamente el flujo de la intensidad que llevaba Rudess en las partes instrumentales. Estas partes vocales además parecieran muchas veces cambiar por completo el ambiente que llevaba la canción, lo cual crea un considerable contraste.
Aquí el disco nos puede dar una idea sobre las tendencias naturales de Rudess y su rol en sus otras bandas, como Dream Theater. No es lo mismo cuando Rudess agrega partes de teclado sobre una canción con una estructura definida y limitada por los demás miembros de la banda, que cuando el tecladista da rienda suelta, sin ninguna limitante, a su propia imaginación, lo cual puede resultar en algo mucho más abstracto, como podemos apreciar en “Permission to Fly”.
Aún así, las partes instrumentales del disco dan lo suficiente para maravillarse una y otra vez, y mantener al oyente enganchado por un período prolongado. Y debo agregar que me encantaría poder escuchar una versión completamente instrumental de “Permission to Fly.” En su versión actual no me veo revisitando este disco en ningún momento en el futuro, debido mi disgusto personal con el vocalista.
Por último, los fanáticos de Dream Theater y Liquid Tension Experiment deben saber que ciertamente no hay nada nuevo en las partes instrumentales que no hayan escuchado antes, sino más bien una versión expandida de las contribuciones de Rudess a sus otras bandas.
Cualquier admirador de Rudess que decida darle una oportunidad a “Permission to Fly”, y descubra que la voz y la interpretación del vocalista son de su agrado, seguramente disfrutará de este disco. Y aunque no me parece un disco esencial, podría valer la pena para todo fanático del metal progresivo darle unas cuantas oídas a “Permission to Fly,” simplemente para dejarse sorprender y fascinar por la imaginación musical y la habilidad técnica de Jordan Rudess.