Límites perceptuales: Explorando el Mundo Invisible

Percibimos el mundo externo únicamente a través de lo que llega a nuestra consciencia por medio de nuestros sentidos, aunque estos tengan sus limitaciones. Una idea nada nueva, pero que cada vez que la traigo a mi mente me lleva a imaginarme que debe de haber a nuestro alrededor cosas que no podemos percibir, invisibles a nuestros sentidos.

Podría haber mucho más a nuestro alrededor de lo que somos conscientes. Al menos, no podemos conocerlo directamente a través de nuestros sentidos humanos, los cuales solo funcionan mediante estímulos externos que nuestros sistemas perceptivos traducen en señales interpretables. Por ejemplo, vemos algo gracias a nuestros ojos, lo cual se proyecta en nuestra mente, o escuchamos un sonido temporalmente, entre otros ejemplos.

Existen ejemplos conocidos de este fenómeno que ilustran fácilmente esta idea:

Uno de ellos se relaciona con el rango de frecuencias sónicas que nuestros oídos pueden captar, el cual, (como todo músico respetable sabe,) es aproximadamente de 20 a 20,000 Hz. Sin embargo, los perros pueden escuchar frecuencias más altas que los humanos, y existen silbatos especiales para entrenar perros que emiten sonidos en ese rango inaudible para nosotros.

Otro ejemplo más moderno es el de las señales inalámbricas utilizadas por nuestros dispositivos electrónicos, como los teléfonos celulares o las computadoras. Estas señales son esenciales para el funcionamiento de nuestros dispositivos, pero son invisibles para nuestros sentidos.

Si nuestros sentidos tuvieran la capacidad de percibirlas, podríamos "ver" estas señales. Sin embargo, el hecho de que no podamos percibir algo no significa que no exista y no nos rodee.

Esto podría resultar aterrador si consideramos las implicaciones. Podrían rodearnos fantasmas u otras entidades extrañas en el universo, como la materia negra, o quién sabe qué, y nunca lo sabríamos.

Con el avance de futuras tecnologías, los seres humanos podrán crear dispositivos electrónicos que analicen y registren cada vez más estas ocurrencias invisibles para nuestros sentidos, ampliando así nuestra capacidad perceptual. Podríamos considerar estos dispositivos expansiones de nuestros sentidos ordinarios, como si fueran sentidos externos de la vista o del tacto. Sin embargo, nunca podremos estar completamente seguros de que las indicaciones de estos dispositivos sean 100% reales ni que sean la última palabra sobre todo lo que se encuentra en un segmento definido del universo. Posiblemente siempre existamos en cierta medida con los ojos vendados.

Aunque me resulta interesante comprender nuestras limitaciones perceptuales, no estoy convencido de que las posibles aplicaciones de entender y superar esta realidad sean muy útiles. La información perceptual que recibimos diariamente ya es suficientemente densa y compleja. ¿Realmente deseamos o podríamos lidiar con más? ¿Nos beneficiaría en algo? Quizás, pero la evolución humana nos ha provisto de lo que nuestra especie considera esencial para poder movernos y sobrevivir en este planeta. Lo demás probablemente sea innecesario. Incluso podríamos aprender de esta filosofía natural y desprendernos de cosas innecesarias para nuestro bienestar. Esa tal vez sea la mejor conclusión que puedo sacar.

Reflexionar sobre esto me recuerda la pregunta: ¿por qué tenemos que dormir? Podríamos responderla desde el punto de vista de los procesos orgánicos y mentales que ocurren mientras dormimos, como la reparación del cuerpo o la consolidación de la memoria, por ejemplo.

Sin embargo, una pregunta que siempre me ha parecido más interesante es: ¿por qué tenemos que estar despiertos? Es decir, ¿por qué no podríamos tener una existencia perpetuamente inmóvil y básicamente inconsciente, un estado placentero similar al que conocemos como dormir? Podríamos argumentar que ese es el estado natural de los árboles y las plantas, (los cuales presentan limitaciones evidentes,) pero nosotros, los humanos, hemos evolucionado de tal manera que, a diferencia de estos, no podemos sobrevivir solamente con agua y luz solar.

Así que, como consecuencia de la forma en la que evolucionaron nuestros "antepasados chimpancés", desarrollando la necesidad de salir a buscar su alimento, nos toca a nosotros estar despiertos aproximadamente la mitad de nuestro ciclo diario en la Tierra. Tradicionalmente alineamos nuestra vigilia con la presencia del sol en el cielo, en parte por conveniencia para ver y movernos mejor, y también para absorber ciertos nutrientes de la luz solar, como la vitamina D.

Solo al estar despiertos y en movimiento, en lugar de estar dormidos o en un estado similar de quietud, podemos buscar el alimento necesario para sobrevivir. Gracias a este esfuerzo a lo largo de la historia por obtener estos nutrientes vitales, hemos desarrollado fuerza, potencia y habilidades que están fuera del alcance de seres como los árboles y las plantas.

En última instancia, considero que vale la pena. Aunque el mundo vegetal reciba su fuente de subsistencia sin esfuerzo, no puede hablar, pensar, moverse ni crear majestuosas obras de arte, conquistar imperios o explorar el cosmos como nosotros, la especie humana, hemos hecho.

Aunque existan cosas invisibles a nuestros sentidos, más allá de lo que podemos percibir, nuestra naturaleza evolutiva, en su infinita sabiduría y eficiencia intrínseca, nos ha proporcionado lo necesario, lo justo, y no solo para sobrevivir, sino también para crecer, prosperar y explorar el mundo.

El universo esconde mucho más de lo que nuestros sentidos pueden captar, pero eso no significa que debamos dejar de maravillarnos por lo que sí podemos conocer con nuestras limitadas herramientas. Quiero ver aún más. Me interesa descubrir, desenredar este entorno tangible. Entender. Para cualquier ser humano, esto ya es un misterio infinito.

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