Annie Clark, mejor conocida por su nombre artístico, St. Vincent, vuelve con un nuevo disco, y sinceramente, no decepciona en lo absoluto.
En su aspecto técnico, el disco (producido por ella misma,) está basado principalmente en el sonido de sintetizadores análogos. Si bien Clark es conocida principalmente por ser guitarrista (la guitarra también está presente en All Born Screaming), sus discos siempre han estado repletos de partes y arreglos creados con toda clase de instrumentos, y los teclados nunca han faltado. La estampa electrónica de All Born Screaming no parece estar fuera de lugar en su discografía.
Algo que me impacta es el sonido de la producción del disco. Es un sonido gordo, relativamente opaco, y no precisamente algo que podríamos considerar de alta definición. Es, de hecho, un poco sucio. Esto creo que debe ser parte del objetivo de Clark. Las canciones, si bien cuentan con armonías densas y arreglos complejos, típicos de ella, no parecen ser composiciones pulidas a la perfección, sino más bien un flujo de conciencia capturado en su cruda esencia.
Clark parece liberar muchas de sus emociones reprimidas a través de esta colección de canciones, en las cuales podemos apreciar claramente sus dilemas existenciales, cínicos comentarios y hasta sus propios demonios. Más que canciones, me parecen casi una variación más elaborada de la Terapia Primal de Grito (Primal Scream Therapy), terapia psicológica en la que se busca liberar las emociones reprimidas a través de la expresión vocal intensa. Incluso podemos relacionar esta idea con el título del disco (All Born Screaming se traduce como Todos Nacemos Gritando).
En el universo musical de All Born Screaming no existen canciones con una estructura típica pop, que incluya cosas tan mundanas como versos y coros. No. La música fluye libremente, en una forma continua, lo cual quiere decir que por lo general cada sección de cada canción es diferente y no se repiten secciones. Clark va dirigiendo la música con su voz, mientras expresa sus pensamientos, experiencias y traumas, con esa forma articulada y enfocada, pero a la vez fría y desapegada, que la caracteriza. Su voz como tal, y sus armonías vocales, suenan tan hermosas como siempre.
Con sus letras, Clark lanza venenosos dardos. Nos cuenta sus tristezas. Plasma locuras juguetonas y fantasiosas. Expresa su enojo y frustración. Comparte algunas cuantas conclusiones a las que ha llegado en su vida, con suma convicción. Y siempre parece haber un poco de paranoia en cada rincón. Es real, genial y, a la vez, un poco oscuro y perturbador. Presiento que ella es, sin duda, una persona que sabe alcanzar lo más profundo de su mente y su inconsciente, observar, enfrentarse y entender lo que hay ahí, e incluso llegar a integrarlo a sí misma.
La música del disco, en general, la podría definir como un complejo y denso art-pop electrónico con apariciones ocasionales de otros instrumentos, como pianos, metales y algún que otro solo de guitarra eléctrica. Música que muchas veces avanza a un ritmo lento, pero de pronto sorprende con una canción con un beat más acelerado y dinámico, como para compensarlo.
Este es un disco intenso que tiene el potencial de afectar emocionalmente al oyente a niveles profundos, si se le da la oportunidad de entrar. Vale la pena dedicar el tiempo y la atención requeridos para explorar lo que esta brillante artista ha creado aquí. Absolutamente recomendado.